9/1/10

Los otros y yo













A veces adolezco de ciertas ilusiones, como sentirme cerca de los otros. Sin embargo, sé que es mero espejismo lírico. Demasiado inocente pretender formar parte. Humanidad: significante hueco, puro ruido, vacío de significado, sin referente. Borges se encuentra con el otro y resulta ser él mismo. El encuentro con uno mismo, siempre es así, una y otra vez así. Cualquier actividad destinada al conocimiento del otro es en realidad un acto de reflexividad. Míralos, ahí están, en fila, esperando (¿deseando o es otra falacia más?) ser encontrados. Abro un libro y me topo con mis fantasmas, no con los de otro, con los míos. Escribo todos los libros que leo. Míralos, ahí están, mendigando la escritura del otro para poder escribirse a sí mismos. Y mientras, la piel se nos va ajando.

8/1/10

L´amour (parte primera)


















¿Qué es el tiempo? me preguntaste. No podemos comprenderlo, no existe la temporalidad allí donde simultáneamente nacen y mueren los besos y los monstruos. ¿Dónde estamos? inquiriste con una sombra de temblor. Dentro y fuera de todo, pues no hay más espacio que mis manos tomándote el rostro. ¿Qué es ese leve susurro que oigo? ah, eso, te respondí, son nuestras voces que desafían al mundo como jamás podría hacerlo un revolucionario armado. Y nos mezclamos y enredamos y empezamos a construir una historia, a tejernos una estructura de plomo y azahar donde respirar profundo y dejarnos caer. Tú pones la risa y el odio; yo, el llanto y la ternura. Los dos, el hilo que nos ha de hacer volver si la vida, de repente, se nos torna laberinto y empezamos a sentirnos minotauro ansioso.

8/12/09

Haiku


                                 




         ¿Acaso fui pez


                 
          o es que la noche negra


        
          es un mar sin fin?

                            





2/11/09

Ana, a los 12

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La violación se consumó en muy poco tiempo. La cosa era que cuando mi amigo llevara a la chica a los aseos de la escuela yo ya estaría escondido en el primer baño. Me escogió a mí como testigo, aunque podría haber sido cualquier otro. Ella era compañera mía de clase y mi amigo, de la clase de al lado, le había hecho creer que eran novios. Yo esperaba divertido y pensaba en que no había hecho los deberes, en que mi madre me dijo que no me retrasara a la salida porque había que ir a casa de la tía Juana, que era su cumpleaños. Entonces, entraron en el baño contiguo. Rápidamente subí al vater y me asomé por el hueco que había entre la puerta y el techo. Mi amigo le metió brutalmente la lengua en la boca. Mientras la lengua de mi amigo, excitada e inexperta, se movía en el interior de la chica, le bajó las bragas. Ella, rígida y aterrorizada, rechazaba sin comprender del todo la situación. Yo, mal que me pese, me relamía sólo de pensar en que todos me rodearían en el patio para que contara lo que había visto. Teníamos doce años. Se dejó hacer, muerta de miedo y con un vacío profundo que sólo he vuelto a ver en algunos viejos. A todo esto él empujaba con fuerza y empeño, con más empeño que placer y a ella le caían lágrimas por las mejillas. En ningún momento dijo nada, ni siquiera emitió un leve sonido. Evidentemente, yo me masturbé y me corrí antes de que lo hiciera él. Seguí mirando hasta que mi amigo terminó. Me até los pantalones y escapé de allí como un gato. A las tres y diez, todos estábamos recortando fotos para un mural de geografía. Ella estaba seria; me pareció, sin embargo, que sonreía. Y sonreía como si lo hiciera tras un muro, o medio ahogada por un bloque de hormigón. A las cinco sonó la campana del fin de las clases y los chicos recogimos rápido nuestras cosas. Cuando ella pasó por nuestro lado, le tiramos piedras y la llamamos puta muertos de risa. No se inmutó. Llegué a casa y sin besar antes a mi madre fui corriendo al baño y vomité. A las siete en punto llegamos a casa de la tía Juana.

Ana, a los 16



Debajo de la falda ocultaba un cuchillo. Lo que parecía un cálido lecho de amor era en realidad un patíbulo. Sabía que estaba al caer. Oyó la puerta y abrió levemente las piernas mientras le sonreía. Pronto lo tuvo encima. Un poco más tarde el resuello se fue extinguiendo hasta que se hizo el silencio. No tenía prisa por limpiarse la sangre. Ya vería lo que hacía con aquel bulto de grasa y despojos.